lunes, 16 de agosto de 2010

El autobús (breve relato)

En los autobuses es muy común sentarse junto a gente desconocida y pasar a su lado cierta cantidad de minutos o incluso horas. A duras penas la gente se sonríe por educación... el caso es que nunca se sabe a la par de quien se está; curiosamente hay personas que viajan en autobús por placer, les perturba el hecho de conocer a alguien o simplemente les gusta el ambiente, en fin cada quien con sus tergiversados gustos. El hecho es que viajar en autobús requiere un grado de humanismo y confianza admirable, ya que, de manera bastante acertada es escalofriante y posee cierto sentido del peligro. Los individuos que integran la relación contractual con el chofer por lo general no poseen ninguna información sobre el mismo (esto lo dejo a su pesimismo), ni mucho menos de las personas que les acompañan en el acto. Más temible y contranatural es el hecho de confiar en los demás seres ejecutantes de licencia alrededor del manicomio con ruedas público, esto último requiere mas humanismo y confianza que cualquier otra cosa ¿cómo saber si el conductor del otro carril evadirá el semáforo o ignorará el alto? (por enumerar solo unos posibles problemas, sin apelar a la insana mente del que está junto a mí en el alto).
Sé que sueno algo paranoico, pero ustedes entenderán mi temor, se los aseguro...
Fue un viernes, uno de tantos que ha tenido mi vida, hace unos tres años, no recuerdo la fecha exacta (ya que ignoro la fecha de hoy), no lo olvido porque aquel día era mi día de pago, yo estaba ahorrando para comprarme un auto (aún ahí no tenía este temor). Tenía un plan de pagos y un orden con mis cuentas envidiable, dentro de un par de meses podría comprarlo de contado.
Salí del almacén donde trabajaba en ese entonces como a las cuatro veinte de la tarde, desastrosamente estaba lloviendo; mi casa quedaba cerca del trabajo por lo que siempre iba y venía a caminando, pero esta vez la lluvia me hizo dudar, así que me dispuse a esperar el autobús.
Mientras esperaba, me entró una llamada al celular, era mi hermano, el mayor; como de costumbre solía venir a mi hogar para compartir la típica tarde de cine de los viernes; Llamando para avisar que no venía.
Ese día me sentía especialmente distraído, para ser sincero no recuerdo con exactitud cuando el bus llego y cuando subí a él y mucho menos cuando estaba escogiendo el asiento (desición de suma importancia en cualquier situación), lo cierto es que recuerdo que me senté en los asientos del costado derecho como a la mitad del autobús, al lado de la ventana; mientras admiraba la lluvia, el cielo se tornaba cafesucho entre otros tonos, hasta que finalmente dos paradas después lo único que se distinguió fue aquel negro oscuro.
Por aquella ventana observe una infinidad de imágenes de las cuales no recuerdo ninguna, puesto que no vi nada interesante, pero nose porque buscaba afuera algo interesante, si dentro de aquel autobús se estaba produciendo una escena que era digna no de una fotografía, sino, de cientos o un retrato en oleo para tratar de reducir aquel desagradable realismo, empero dicha sorpresa fue para nunca olvidarse.
El tipo que iba a mi lado no se había percatado de nada, ya que leía o fingía que leía (no lo se), el chofer sólo manejaba y mantenía su mirada hacia la carretera (eso supuse porque no vi reacción en su rostro), y las demás personas de aquel autobús de “hora pico” estaban tan asquerosamente ocupadas en su individualismo que no notaron el suceso (pero estoy seguro que no solo yo lo vi).
Escuche un bebe llorar (tal vez lo vio...), sin embargo, los molestos alaridos de aquel infante casi me queman los cesos en combinación con el más espeluznante suceso que había presenciado.
En los asientos de atrás tres sujetos violaban a un cuarto, mientras le asaltaban y ultrajaban con varios puñales. Aquella escena me produjo un sudor frío que nunca había sentido, mis ojos querían saltar de sus cuencas ante tal pánico, mi voz desapareció, perdí el movimiento de mis manos, como si me estuvieran quitando la vida, para ese momento no fui más que un pez fuera del agua... (o tal vez más indefenso e inútil).
Cerré los ojos apenas pude tener control de mí, me fallaba aún la respiración, solo pensaba en el mal que dichos sujetos hacían al desafortunado que se sentó junto a ellos.
Miré por la ventana y ya no reconocía adonde estaba (creanme cuando les digo que eso no ayudo en absoluto); sentí deseo de jalar el timbre y huir de allí, sabía que tenía que huir, ¿pero hacía adonde? Ni siquiera poseía las más remota impresión de donde podría estar en aquel momento. Le di un rápido vistazo nuevamente en dirección al delito y los tipos ya no estaban (ninguno). Algo me dijo en ese instante: “baja de ahí ¡maldición!”; jale el timbre, el autobús paró´, y al bajar corrí como un maleante después de matar a su madre.
Levanté la mirada para tratar de ubicarme, sin embargo estaba más oscuro de lo común para una noche de aquellos meses, y parecía que me había bajado en un parque. Caminé en la dirección en que venía el autobús para tratar de encontrar algo familiar; las formas de la noche hacen de lo más amigo algo tan desconocido que en lo único que nos invita a pensar es que sea de día.
Cuando me tranquilicé, me senté unos minutos en el caño del parque, respiré profundo de nuevo, miré hacia la calle y decidí tomar un taxi, mientras caminaba aún seguía temblando.
Logré subir a un taxi, le indiqué la dirección al taxista, el viaje duró unos diez minutos no sin ningún suceso. Cuando iba en el vehículo sentí que mi teléfono vibro en mi bolsillo, era mi madre, dandomé la noticia de que mi hermano había sido asesinado y violado en un autobus por unos tipos cuando iba para mi casa, y que ella venía hacia mi hogar para reconocer el cuerpo. Me quede sin habla nuevamente. Solo mis ojos seguían funcionales (hubiera deseado que no hubiera sido así)Miré al tipo del taxi, y para mi sorpresa me era muy familiar, repulsivamente familiar. Me llevó a mi casa y no me cobró (yo seguía sin habla), solo me dijo con un tono burlesco: “Disculpe las molestias señor, digale a su madre que evite viajar en autobús, ojala tenga una buena noche”. Y se marchó sin decir mas.

Omar J. Ureña Soto

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