lunes, 16 de agosto de 2010

El Abuso de un pensamiento (Cuento)

Cuanto había costado cerrar la portada de aquel libro. Sentía tanta satisfacción, ya aquí, en este momento histórico para occidente aquel libro solo fue eso, un “libro” como muchos otros que nadie lee.
Dirigió su vista de manera inquebrantable hacia aquel espacio vacío que se deslumbraba entre uno de los tantos libreros que poseía aquella inmensa biblioteca, donde iba el libro que tanto gusto le había dado.
“Es impresionante que existan aún bibliotecas”- pensó. Desdeñando tristeza al ver aquella inmensa fuente de sapiencia tan vacía, sin carne razonante que la consuma. ¿Cómo preferir una tarde en la biblioteca, teniendo cualquier cantidad de monstruos de silicio que nos facilitan o dificultan los quehaceres?
Caminando con la mirada fija hacia el mostrador de la biblioteca, aquel hombre de harta barva en su tez, de contextura gruesa, con gafas para refrescar su vista y de un atuendo anticuado de hace unos quince años, se ergio y soltó una lágrima, nadie le vio, empero esa gota denotaba exclusivamente desesperación, cuando la gota cayó no pensó en nada, solo fue un momento de silencio, saludó al viejo archivista que ya le fallaba la vista y le entregó el libro que había terminado de leer con afán, casi sin verle el rostro. Le consulto por la ubicación de un compendio que había buscado desesperadamente desde hace tiempo, pero el hombre no le dio razón del texto. Más triste que antes, se despidió del pobre geronte dándole un fuerte abrazo y una propina. Agarró impetuoso “Así habló Zaratustra” de Fredrerich Nietzsche, y al dirigirse al mostrador se encontró un par de libros que le parecieron interesantes y los incluyó en su lista de espera.
Indudablemente al encontrarse en aquél lugar hacia emanar hacia él una cierta naturaleza que le subordinaba en dirección a la búsqueda de todo el conocimiento que hubiese producido occidente ( siendo claro que éste a su vez rodeaba sus extremidades y le hacia sentir impotente).
El polvo del lugar estaba contagiando sus ropas mientras caminaba por los pasillos (esto no le importó porque era común). Los caminos oscuros de la inmensa biblioteca ya no eran engañosos para él, la luz ya no le hacia falta en aquel lugar, el silencio de aquellos libreros era abominable (sin embargo él sabía que al silencio no hay que temerle porque evoca la calma), los pasillos aunque estaban en su memoria aún se le hacían eternos y aveces solía olvidar los caminos o fallar al encontrar la salida, pero esta vez no;
salió sin siquiera pensar en salir, incluso tuvo miedo al notar el ruido del exterior. Él no sabía si él tenía poder sobre la gente o la gente sobre él, lo único que sabía es que leer era su pasión.
La biblioteca era su refugio de la ignorancia, aunque no se podía esconder de la propia, al menos no le agobiaba la de los demás. El conocimiento que había adquirido durante años era importante para otros o tal vez solo fingían que les importaba, ya que, al menos cuatros veces a la semana llenaba salones con gente que venía a escucharlo y cuestionarle cosas. Él no se creía superior, porque tenía claro que no lo era, sin embargo occidente le obligaba a lo que Heidegger denominó “Conocer”.
Donde había debate él estaba interesado, así participó en diversas ponencias, publicó numerosos artículos y encontró diversos enemigos, ya que algunos estaban en desacorde con sus opiniones, al fin y al cabo ¿qué es la vida sin los que desean nuestra agonía o muerte?
De lunes a viernes buscaba que investigar o que leer para el fin de semana, tenía sus intereses particulares (todo hombre los tiene por supuesto), pero su ideal o razón de ser era descubrir la cura al mayor mal de la humanidad (obviamente averiguar antes cuál es el mayor mal).
Cierto día se vio intrigado y trató de entender por qué la gente se regocijaba con las bestias de silicio y confiaba en que estas únicamente eran exclusivamente para su beneficio, por lo que empezó a investigar y leer sobre diversas opiniones, artículos, libros, entre otras cosas. Publicó un libro junto con Margareth Boden al que le dio el nombre de “Paul Feyerabend antagonismo de la inteligencia artificial”, con esta obra, que naturalmente la gente no leyó, no por su dificultad ,o por su redacción ,o porque no fuese brillante, sino porque las masas tenían otros intereses como la invención de un condón mental infalible o la exposición del nuevo Ferrari que nadie podrá comprar e incluso la nueva consola de vídeo juegos con una simulación de catorce dimensiones de la vía láctea con diez universos paralelos. Bueno, ¿qué hizo nuestro ilustre personaje? Personalmente estas líneas se sienten apenadas al redactar la respuesta... ¿Un libro? ¿Con qué sentido si solo él mismo lo va leer? ¿Qué pasa con occidente?
Nuestro sujeto estuvo consciente de esto todo el tiempo, y muchos dirán que probablemente viva en el pasado, atrapado con todos esos folletos de hojas, portadas y conocimientos que ya a nadie le importan. Tantas historias, cuentos, novelas, filosofía que le sacarían una sonrisa o una lágrima a cientos de seres con raciocinio (no los que ahora habitan la tierra) que los podrían leer. Él no quería incitar una revolución porque, a su parecer, el mundo ya se había hechado a perder. Él no se considera mala persona, pero para algunos es ateo o un majadero o simplemente está loco y listo.
¿Qué es su vida? No lo sabe, pero si sabe como vivirla, con su sapiencia y la de su biblioteca, no tratará de cambiar el mundo (puesto que ya se cansó), sino, plasmará su pensamiento ojala en libros para que algún curioso (filósofo) o cualquiera que se vea interesado le use, le critique y, ojala, le refute, debido a que si esto último sucediese él sonreirá desde donde sea que esté, puesto que habrá cumplido su cometido.
Viéndolo objetivamente (si es que la objetividad existe) su vida es muy triste (aunque si la disfruta), como no lo va ser si vive solo, pero en algún momento tuvo el amor, no lo dejo ir, le fue arrebatado; en su forcejeo con Caronte por las dos monedas de plata, raptaron a su amada (así conoció el amor).
El día mas oscuro de su vida fue cuando cerraron la biblioteca. Volvió a su hogar y ya no era suyo, ahora otros vivían ahí. Corrió a los sitios donde le oían, pero no tuvo voluntad para hablar, por lo que perdió su trabajo. Al verse envuelto de sabiduría e ironicamente de libros se dio cuenta de que probablemente la docta ignorancia le había envuelto.
Varios jóvenes estudiosos del Medio Oriente se empezaron a interesar de nuevo en el pensamiento occidental y al leer el pensamiento de nuestro desesperado personaje, se vieron intrigados y decidieron hacerle propaganda en Oriente (donde aún se conservaba la búsqueda del conocimiento y las verdades del hombre). Diversos asiáticos se encaminaron al encuentro con su ídolo, encontrando únicamente su cadáver en el alcantarillado de una de las calles de Buenos Aires en Puntarenas, rodeado de una suerte de cables y aparatos viejos.
En oriente sus ideas eran moda, era un intelectual, un genio, se pensaba que nunca nadie interpretó de manera tan significativa los textos del idealismo alemán entre otras corrientes como él, mientras que en occidente no paso de ser un tipo raro, probablemente indigente, ignorante e indecente. Occidente siempre le reclamó a nuestro filósofo ¿Para qué leer tanta basura? ¿Con que sentido estudiar filosofía? Probablemente el no supiera concretamente las respuestas a estas preguntas, pero como el mismo diría: ya Heidegger había señalado en su libro “El Ser y el Tiempo” (...) ¿Qué hago yo con la filosofía? ¡Probablemente nada! Pero creo que la verdadera cuestión es ¿Qué hace la filosofía por mí? (...)
La felicidad embargo su rostro, en aquel momento supo que era esa sensación sin pasar por la pena de definirlo. Siendo así no descansó en paz sino vivió el inicio de una prospera guerra.

Omar J. Ureña Soto

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