domingo, 22 de agosto de 2010

Un poco de lo uno y de lo otro… (poema)

Cuando se conocieron, solo versaron en los ojos del otro.
Sin otra intención mayor a la que justifica el amor con el morbo,
sintieron como se unían el uno con el otro.
El otro dejo de ser el otro,
mientras que el uno junto con el otro,
que ya no es el otro,
sino ahora es también uno,
era un uno más grande que antes.
De aquella unión entre el uno y el otro,
surgió otro, pero este otro,
no era más que un uno más pequeño.
Por separado eran tres otros,
pero juntos eran uno.
Cuando el más pequeño de los otros
encontró unos ojos sobre quienes versar,
el uno era más grande,
ya que produjeron otro.
Cuando uno sueña, piensa en uno
pero también piensa en el otro.
Cuando uno anda piensa en uno
Pero también piensa en el otro
La noche y el día fueron testigos del uno,
Y también del otro,
pero fueron además
el reflejo del uno
y la cárcel del otro.
Cuando lo uno y lo otro se juntan
solo producen más de uno que de otro,
Pero lo cierto en todo esto,
es que de lo uno y de lo otro
solo tenemos uno más de lo otro,
y otro menos de uno,
y en ambos casos lo uno nace de lo otro
pero lo otro fue lo uno alguna vez.
Lo más brillante de todo esto,
es que es uno de tantos poemas,
y otro de muchos otros,
que esperan que tú te sientas
de lo uno o de lo otro
pero que siempre sepas
que de lo uno siempre hay muchos otros.

                                                                                           Omar J. Ureña Soto

lunes, 16 de agosto de 2010

El Abuso de un pensamiento (Cuento)

Cuanto había costado cerrar la portada de aquel libro. Sentía tanta satisfacción, ya aquí, en este momento histórico para occidente aquel libro solo fue eso, un “libro” como muchos otros que nadie lee.
Dirigió su vista de manera inquebrantable hacia aquel espacio vacío que se deslumbraba entre uno de los tantos libreros que poseía aquella inmensa biblioteca, donde iba el libro que tanto gusto le había dado.
“Es impresionante que existan aún bibliotecas”- pensó. Desdeñando tristeza al ver aquella inmensa fuente de sapiencia tan vacía, sin carne razonante que la consuma. ¿Cómo preferir una tarde en la biblioteca, teniendo cualquier cantidad de monstruos de silicio que nos facilitan o dificultan los quehaceres?
Caminando con la mirada fija hacia el mostrador de la biblioteca, aquel hombre de harta barva en su tez, de contextura gruesa, con gafas para refrescar su vista y de un atuendo anticuado de hace unos quince años, se ergio y soltó una lágrima, nadie le vio, empero esa gota denotaba exclusivamente desesperación, cuando la gota cayó no pensó en nada, solo fue un momento de silencio, saludó al viejo archivista que ya le fallaba la vista y le entregó el libro que había terminado de leer con afán, casi sin verle el rostro. Le consulto por la ubicación de un compendio que había buscado desesperadamente desde hace tiempo, pero el hombre no le dio razón del texto. Más triste que antes, se despidió del pobre geronte dándole un fuerte abrazo y una propina. Agarró impetuoso “Así habló Zaratustra” de Fredrerich Nietzsche, y al dirigirse al mostrador se encontró un par de libros que le parecieron interesantes y los incluyó en su lista de espera.
Indudablemente al encontrarse en aquél lugar hacia emanar hacia él una cierta naturaleza que le subordinaba en dirección a la búsqueda de todo el conocimiento que hubiese producido occidente ( siendo claro que éste a su vez rodeaba sus extremidades y le hacia sentir impotente).
El polvo del lugar estaba contagiando sus ropas mientras caminaba por los pasillos (esto no le importó porque era común). Los caminos oscuros de la inmensa biblioteca ya no eran engañosos para él, la luz ya no le hacia falta en aquel lugar, el silencio de aquellos libreros era abominable (sin embargo él sabía que al silencio no hay que temerle porque evoca la calma), los pasillos aunque estaban en su memoria aún se le hacían eternos y aveces solía olvidar los caminos o fallar al encontrar la salida, pero esta vez no;
salió sin siquiera pensar en salir, incluso tuvo miedo al notar el ruido del exterior. Él no sabía si él tenía poder sobre la gente o la gente sobre él, lo único que sabía es que leer era su pasión.
La biblioteca era su refugio de la ignorancia, aunque no se podía esconder de la propia, al menos no le agobiaba la de los demás. El conocimiento que había adquirido durante años era importante para otros o tal vez solo fingían que les importaba, ya que, al menos cuatros veces a la semana llenaba salones con gente que venía a escucharlo y cuestionarle cosas. Él no se creía superior, porque tenía claro que no lo era, sin embargo occidente le obligaba a lo que Heidegger denominó “Conocer”.
Donde había debate él estaba interesado, así participó en diversas ponencias, publicó numerosos artículos y encontró diversos enemigos, ya que algunos estaban en desacorde con sus opiniones, al fin y al cabo ¿qué es la vida sin los que desean nuestra agonía o muerte?
De lunes a viernes buscaba que investigar o que leer para el fin de semana, tenía sus intereses particulares (todo hombre los tiene por supuesto), pero su ideal o razón de ser era descubrir la cura al mayor mal de la humanidad (obviamente averiguar antes cuál es el mayor mal).
Cierto día se vio intrigado y trató de entender por qué la gente se regocijaba con las bestias de silicio y confiaba en que estas únicamente eran exclusivamente para su beneficio, por lo que empezó a investigar y leer sobre diversas opiniones, artículos, libros, entre otras cosas. Publicó un libro junto con Margareth Boden al que le dio el nombre de “Paul Feyerabend antagonismo de la inteligencia artificial”, con esta obra, que naturalmente la gente no leyó, no por su dificultad ,o por su redacción ,o porque no fuese brillante, sino porque las masas tenían otros intereses como la invención de un condón mental infalible o la exposición del nuevo Ferrari que nadie podrá comprar e incluso la nueva consola de vídeo juegos con una simulación de catorce dimensiones de la vía láctea con diez universos paralelos. Bueno, ¿qué hizo nuestro ilustre personaje? Personalmente estas líneas se sienten apenadas al redactar la respuesta... ¿Un libro? ¿Con qué sentido si solo él mismo lo va leer? ¿Qué pasa con occidente?
Nuestro sujeto estuvo consciente de esto todo el tiempo, y muchos dirán que probablemente viva en el pasado, atrapado con todos esos folletos de hojas, portadas y conocimientos que ya a nadie le importan. Tantas historias, cuentos, novelas, filosofía que le sacarían una sonrisa o una lágrima a cientos de seres con raciocinio (no los que ahora habitan la tierra) que los podrían leer. Él no quería incitar una revolución porque, a su parecer, el mundo ya se había hechado a perder. Él no se considera mala persona, pero para algunos es ateo o un majadero o simplemente está loco y listo.
¿Qué es su vida? No lo sabe, pero si sabe como vivirla, con su sapiencia y la de su biblioteca, no tratará de cambiar el mundo (puesto que ya se cansó), sino, plasmará su pensamiento ojala en libros para que algún curioso (filósofo) o cualquiera que se vea interesado le use, le critique y, ojala, le refute, debido a que si esto último sucediese él sonreirá desde donde sea que esté, puesto que habrá cumplido su cometido.
Viéndolo objetivamente (si es que la objetividad existe) su vida es muy triste (aunque si la disfruta), como no lo va ser si vive solo, pero en algún momento tuvo el amor, no lo dejo ir, le fue arrebatado; en su forcejeo con Caronte por las dos monedas de plata, raptaron a su amada (así conoció el amor).
El día mas oscuro de su vida fue cuando cerraron la biblioteca. Volvió a su hogar y ya no era suyo, ahora otros vivían ahí. Corrió a los sitios donde le oían, pero no tuvo voluntad para hablar, por lo que perdió su trabajo. Al verse envuelto de sabiduría e ironicamente de libros se dio cuenta de que probablemente la docta ignorancia le había envuelto.
Varios jóvenes estudiosos del Medio Oriente se empezaron a interesar de nuevo en el pensamiento occidental y al leer el pensamiento de nuestro desesperado personaje, se vieron intrigados y decidieron hacerle propaganda en Oriente (donde aún se conservaba la búsqueda del conocimiento y las verdades del hombre). Diversos asiáticos se encaminaron al encuentro con su ídolo, encontrando únicamente su cadáver en el alcantarillado de una de las calles de Buenos Aires en Puntarenas, rodeado de una suerte de cables y aparatos viejos.
En oriente sus ideas eran moda, era un intelectual, un genio, se pensaba que nunca nadie interpretó de manera tan significativa los textos del idealismo alemán entre otras corrientes como él, mientras que en occidente no paso de ser un tipo raro, probablemente indigente, ignorante e indecente. Occidente siempre le reclamó a nuestro filósofo ¿Para qué leer tanta basura? ¿Con que sentido estudiar filosofía? Probablemente el no supiera concretamente las respuestas a estas preguntas, pero como el mismo diría: ya Heidegger había señalado en su libro “El Ser y el Tiempo” (...) ¿Qué hago yo con la filosofía? ¡Probablemente nada! Pero creo que la verdadera cuestión es ¿Qué hace la filosofía por mí? (...)
La felicidad embargo su rostro, en aquel momento supo que era esa sensación sin pasar por la pena de definirlo. Siendo así no descansó en paz sino vivió el inicio de una prospera guerra.

Omar J. Ureña Soto

El contador (cuento)

Aún el día de hoy lo recuerdo. Era como si todo lo que me quedara de vida se remitiera a ese evento. Mi mente tristemente solo podía pensar en ese pobre joven que solo me veía desde ese pórtico de diversos grises (realmente no recuerdo el color o colores exactos) en el que viví tantos momentos felices. Pero, ¿Cómo culparnos de mi tormento? Toda mi vida creí que solo yo y nada mas que yo fui el o la culpable de aquel desacierto (en algún momento fui una mujer, ese es el único recuerdo bello que de él poseo), hasta que lo vi ayer en la noche (para mi fortuna él no me vio a mí). Se veía tan feliz como si supiese que yo estaba sufriendo, como si supiese que en realidad (y para mi desgracia) él es el dueño de todos mis pensamientos, no porque sienta afecto por él (¿es necesario justificarlo?), sino porque lo odio.
Él lucía como si nunca nada hubiera sucedido, como si hubiera nacido ayer y hoy tuviera todo lo que tiene ahora ¡Ya! ¡Basta! Suficiente de él. Pero que difícil si sabes que en tu vida hiciste daño y no lo puedes enmendar (aunque algo me dice que es más difícil si hiciste daño lo puedes enmendar y no te das cuenta de ello).
Yo era joven, bonita, exitosa y con mucho carisma (o al menos así pensaba yo de mí), era contadora pública, tenía dinero, autos y una hermosa casa en el centro de un residencial (que era de él, me di cuenta cuando tuve que devolver mi hogar), era feliz haciendo mi trabajo, en mi caso la ética era lo más importante, aún gustaba de la lectura, disfrute mucho de leer en mis ratos de ocio a Córtazar, sin embargo creo que empecé a divagar, ese fragmento de mi vida no es el que inspira estas hojas. Yo no tenía jefes, nunca me gustó como suena pero yo era la jefa de todos.
Lo recuerdo como si fuera ayer (tal vez esto sea lo más triste de todo) ese martes veintidós de abril de hace quince años , entró ese joven de linda sonrisa con la tez tan limpia como una hoja en blanco, se veía tan inocente, era tan dulce, y su mirada vagante, tal vez, con miedo o susto, bastante motivado y lo mejor (lo peor) es que vi en él honestidad y justicia, era impensable ver a este joven ocultando algo (maldigo este momento con todas mis fuerzas), parecía ser pobre por sus ropas, que no estaban maltratadas, sino mas bien, eran las típicas ropas que se pondría alguien que quiere aparentar que no es pobre. Lo último que recuerdo de ese momento fue su voz cuando como un niño que traga saliva para evitar el llanto al decir casi denotando ignorancia: -¿Me podría ayudar? Vengo para una entrevista de trabajo. No sé si yo fui la débil o él el irresistible, pero, ya no podía hacer nada, enamorada, con todas las de ganar.
No es por presumir pero muchos hombres morían por mis encantos, y bueno, el no era muchos hombres, se veía diferente, incluso llegue a pensar que no era lujurioso o avaro (¡Que estúpida!), sin titubeo lo contraté como “asistente contable”, pensé que era lo justo, además de que lo iba a poder ver todos los días a mi hora de entrada y a mi hora de salida, para esperar que algún día me insinuara algo.
Pasaron los días y empezaron a surgir las miradas (hasta hoy me di cuenta que este era un reflejo de su lujuria), luego me saludaba inquebrantablemente en la mañana y en la tarde se despedía de mí. Al tiempo me pidió que saliéramos y yo acepte, nada que perder (así me pareció en el momento), disfrutamos mucho tiempo juntos, reímos, jugamos, gritamos, tuvimos nuestros momentos, creo que fue la parte más feliz de mi vida (o la más triste realmente no lo sé), el se veía feliz y yo también, pero siempre me pregunte: ¿él era feliz? Al menos después de hacerme sufrir (aunque he pensado en la palabra hacernos, creo que nunca lo sabré) y al pasar de llevar su vida a llevar la mía ¿Fue feliz?
Mi propia ética se fue quebrantando, le fui dando ventajas en su trabajo, incluso muchos hacían mejor el trabajo que él, y aún así le di un mejor puesto, le deposite toda mi confianza, esto creo que fue porque el amor aveces nos ciega y destruye otras cosas, ahora que lo estoy contando tal vez pienso que yo misma fui la culpable de mi propia desgracia, o tal vez fue el amor, tengo tantas dudas (o respuestas no lo sé), la verdad no entiendo nada sobre esta culpa, lo único que sé es que él no debió actuar como actuó.
Ese joven, perdió poco a poco lo joven, sin embargo no perdió todo lo demás, me seguía inspirando tantas emociones que incluso pensé en algún momento casarme con él, me cuesta tanto hablar de lo que hizo que todo terminara, no sé si será porque aún lo amo.
Siempre me dijeron que no relacionara nada que no fuera trabajo con el trabajo, ya entiendo porque.
Ser contador es un trabajo complicado que requiere exactitud, carácter, siempre hablar con la verdad y ser muy responsable, tal vez él tuvo todo eso y yo hice que lo perdiera (o tal vez nunca lo tuvo), si un contador miente o incumple alguno de los anteriores requisitos de mala fe es muy probable que nunca mas consiga trabajo, al menos como contador otra vez en su vida (si es que se dan cuenta...).
Yo confié ciegamente en él (por algún motivo todavía lo hago, probablemente solo sea por costumbre). Un día me hizo firmar unos papeles (un día después de hacer el amor), y me arrepiento (la verdad ya no tanto) de haberlos firmado, me hizó firmarlos con la retahíla de que era para no tener que ir al trabajo unos días, sin darme cuenta de que me estaba haciendo firmar mi ruina, lo hice, no me di cuenta de estó sino hasta que terminó nuestra “vida en pareja” (esa es otra historia) unos 3 años después.
No los quiero dejar con la duda de porque terminamos, entonces seré breve, lo encontré con otra mujer, no importa quien, solo importa lo que hizo, se disculpó y me suplicó que no terminaramos, pero para mí todo había acabado (o empezado), le di la oportunidad de explicarme. Entre los dos solo se produjo un silencio de unos minutos y lo único que salió de sus labios fue: -“tu sabes que yo soy tú y tú eres yo, lo tuyo es mío y lo mío es tuyo". Luego se produjo otro gran silencio y él se fue y no volví a ver hasta anoche, espero que comprendan mi tortura...
Si ustedes piensan que lo odio tanto porque me fue infiel o porque me quitó todo lo que tenía, están equivocados, ya sea, porque no me he explicado bien o porque no han entendido lo que les he contado, si lo analizan, tal vez mi naturaleza como contador (una muy buena o bueno ya no quiero entrar esos detalles) me hace odiarlo (o tal vez mi naturaleza de ser humano me hace verlo así), no lo odio porque cuando él era no era nadie yo le ayude, cuando era un pobre diablo yo confié en él y ahora la (o él) que no es nadie soy yo, la (o él) que es una (un) pobre diablo soy yo, y él simplemente se regocija con mi tormento, lejos con todo lo que le di, no, no es por eso.
Cuando yo sienta su presencia solo sentiré odio (o amor) y solo buscare venganza (o perdón), sólo sé que él (o ella) estará ahí y yo le estaré viendo.

Omar J. Ureña Soto

de la desconfianza (meditación nocturna)

¿Qué nos hace humanos? ¿Qué es eso que nos diferencia de los otros seres? Cualquiera podría afirmar (sin mucho meditar) que la diferencia radical es la razón... para lo cual unas carcajadas horribles destellarán en el salón (espero no les incomoden); mi persona en lo personal difiere casi con asco de la respuesta anterior; la razón es engañosa y a veces puede no ser una virtud (para los ingenuos que así la consideran) si hablamos de que es completamente “razonable” encargarle nuestra vida al piloto de un avión, al chofer de un autobús, a la gente del otro lado de la calle, a un semejante (sea cualquiera la relación: padre, hijo, primo, madre, hermano, conocido, novia, esposa, amante, prostituta, ladrón), entonces me parece que incurrimos en un error, porque cualquiera de estos espécimenes no son más que semejantes y buscan su propio bien por aquello más animal que sin duda vence a la razón en las situaciones de verdadera importancia, esa cualidad divina, no es más que el instinto.
¿Cuál es la cualidad más humana que se le puede distinguir a los seres de esta especie? La única que da origen a todo tipo de relación y convivencia entre estos tipos es la mal llamada “confianza”, este horrible mal es el que provoca que el ser humano sea traicionado, herido, muerto, embargado por la tristeza (o la felicidad), el punto es que si la razón, es lo que nos hace humanos entonces ¿porqué no siempre la usamos?¿será que entonces por momentos no somos humanos? ¿acaso se puede dejar de ser humano?
Por defecto los animales nos llevan mucha ventaja en el desarrollo de la “confianza”... no quiero ahondar en esto (porque me hace sentir menos humano, y esto carcome mi mente...).
Para responder a la primera pregunta (la que inspira estas lineas), creo que la respuesta más acertada (aunque suene redundante, extraño, paradójico o para no entrar en rodeos, no común) es el humanismo... pero el humanismo en ese grado de exhaltación máximo turbiamente llamado error (imperfección), no los incitó a no confiar y a despreciar a sus semejantes, les pido no mal interpreten mis ideas, lo que les pido es que utilicen su confianza pero hacia el único ser en el que se puede confiar, no hablo ni de Dios, mucho menos de sí mismo, hablo del instinto de la razón, que dejen de ser humanos, demasiado humanos.
Es necesaria la imperfección para seguir siendo humanos, pero como acertadamente escribieron los sabios es necesario limitarse cada vez y no entrar en el abuso. Los hombres que siguen la confianza y la razón son cada vez más decadentes (más hombres), la última cuestión sobre la que pongo mis cesos este necio amanecer es sobre la peor de las confianzas... la más repugnante forma de estas, lo que sigue haciendo a los hombres irremediablemente hombres, adivinen mis lectores si me han tolerado hasta aquí creo que sabrán hacia adonde me dirijo; la fe, que triste el día donde el hombre se resigno a ser hombre, pero ya dejamos esos días, ahora azotan unos peores donde la resignación es peor y ahora los que se llaman hombres no son menos que simples amedrentados que juzgan y critican a sus semejantes y tratan de rebajarles de los escalones que han conseguido, esos hombres, los hombres que destrozan hoy el mundo son los "creyentes en", pero quiero hacer más amplio el significado de este término quiero expresar que "creyente en" es todo aquel que tenga fe no en los hombres ni en ningún Dios, sino en la fe.

Omar J. Ureña Soto

El autobús (breve relato)

En los autobuses es muy común sentarse junto a gente desconocida y pasar a su lado cierta cantidad de minutos o incluso horas. A duras penas la gente se sonríe por educación... el caso es que nunca se sabe a la par de quien se está; curiosamente hay personas que viajan en autobús por placer, les perturba el hecho de conocer a alguien o simplemente les gusta el ambiente, en fin cada quien con sus tergiversados gustos. El hecho es que viajar en autobús requiere un grado de humanismo y confianza admirable, ya que, de manera bastante acertada es escalofriante y posee cierto sentido del peligro. Los individuos que integran la relación contractual con el chofer por lo general no poseen ninguna información sobre el mismo (esto lo dejo a su pesimismo), ni mucho menos de las personas que les acompañan en el acto. Más temible y contranatural es el hecho de confiar en los demás seres ejecutantes de licencia alrededor del manicomio con ruedas público, esto último requiere mas humanismo y confianza que cualquier otra cosa ¿cómo saber si el conductor del otro carril evadirá el semáforo o ignorará el alto? (por enumerar solo unos posibles problemas, sin apelar a la insana mente del que está junto a mí en el alto).
Sé que sueno algo paranoico, pero ustedes entenderán mi temor, se los aseguro...
Fue un viernes, uno de tantos que ha tenido mi vida, hace unos tres años, no recuerdo la fecha exacta (ya que ignoro la fecha de hoy), no lo olvido porque aquel día era mi día de pago, yo estaba ahorrando para comprarme un auto (aún ahí no tenía este temor). Tenía un plan de pagos y un orden con mis cuentas envidiable, dentro de un par de meses podría comprarlo de contado.
Salí del almacén donde trabajaba en ese entonces como a las cuatro veinte de la tarde, desastrosamente estaba lloviendo; mi casa quedaba cerca del trabajo por lo que siempre iba y venía a caminando, pero esta vez la lluvia me hizo dudar, así que me dispuse a esperar el autobús.
Mientras esperaba, me entró una llamada al celular, era mi hermano, el mayor; como de costumbre solía venir a mi hogar para compartir la típica tarde de cine de los viernes; Llamando para avisar que no venía.
Ese día me sentía especialmente distraído, para ser sincero no recuerdo con exactitud cuando el bus llego y cuando subí a él y mucho menos cuando estaba escogiendo el asiento (desición de suma importancia en cualquier situación), lo cierto es que recuerdo que me senté en los asientos del costado derecho como a la mitad del autobús, al lado de la ventana; mientras admiraba la lluvia, el cielo se tornaba cafesucho entre otros tonos, hasta que finalmente dos paradas después lo único que se distinguió fue aquel negro oscuro.
Por aquella ventana observe una infinidad de imágenes de las cuales no recuerdo ninguna, puesto que no vi nada interesante, pero nose porque buscaba afuera algo interesante, si dentro de aquel autobús se estaba produciendo una escena que era digna no de una fotografía, sino, de cientos o un retrato en oleo para tratar de reducir aquel desagradable realismo, empero dicha sorpresa fue para nunca olvidarse.
El tipo que iba a mi lado no se había percatado de nada, ya que leía o fingía que leía (no lo se), el chofer sólo manejaba y mantenía su mirada hacia la carretera (eso supuse porque no vi reacción en su rostro), y las demás personas de aquel autobús de “hora pico” estaban tan asquerosamente ocupadas en su individualismo que no notaron el suceso (pero estoy seguro que no solo yo lo vi).
Escuche un bebe llorar (tal vez lo vio...), sin embargo, los molestos alaridos de aquel infante casi me queman los cesos en combinación con el más espeluznante suceso que había presenciado.
En los asientos de atrás tres sujetos violaban a un cuarto, mientras le asaltaban y ultrajaban con varios puñales. Aquella escena me produjo un sudor frío que nunca había sentido, mis ojos querían saltar de sus cuencas ante tal pánico, mi voz desapareció, perdí el movimiento de mis manos, como si me estuvieran quitando la vida, para ese momento no fui más que un pez fuera del agua... (o tal vez más indefenso e inútil).
Cerré los ojos apenas pude tener control de mí, me fallaba aún la respiración, solo pensaba en el mal que dichos sujetos hacían al desafortunado que se sentó junto a ellos.
Miré por la ventana y ya no reconocía adonde estaba (creanme cuando les digo que eso no ayudo en absoluto); sentí deseo de jalar el timbre y huir de allí, sabía que tenía que huir, ¿pero hacía adonde? Ni siquiera poseía las más remota impresión de donde podría estar en aquel momento. Le di un rápido vistazo nuevamente en dirección al delito y los tipos ya no estaban (ninguno). Algo me dijo en ese instante: “baja de ahí ¡maldición!”; jale el timbre, el autobús paró´, y al bajar corrí como un maleante después de matar a su madre.
Levanté la mirada para tratar de ubicarme, sin embargo estaba más oscuro de lo común para una noche de aquellos meses, y parecía que me había bajado en un parque. Caminé en la dirección en que venía el autobús para tratar de encontrar algo familiar; las formas de la noche hacen de lo más amigo algo tan desconocido que en lo único que nos invita a pensar es que sea de día.
Cuando me tranquilicé, me senté unos minutos en el caño del parque, respiré profundo de nuevo, miré hacia la calle y decidí tomar un taxi, mientras caminaba aún seguía temblando.
Logré subir a un taxi, le indiqué la dirección al taxista, el viaje duró unos diez minutos no sin ningún suceso. Cuando iba en el vehículo sentí que mi teléfono vibro en mi bolsillo, era mi madre, dandomé la noticia de que mi hermano había sido asesinado y violado en un autobus por unos tipos cuando iba para mi casa, y que ella venía hacia mi hogar para reconocer el cuerpo. Me quede sin habla nuevamente. Solo mis ojos seguían funcionales (hubiera deseado que no hubiera sido así)Miré al tipo del taxi, y para mi sorpresa me era muy familiar, repulsivamente familiar. Me llevó a mi casa y no me cobró (yo seguía sin habla), solo me dijo con un tono burlesco: “Disculpe las molestias señor, digale a su madre que evite viajar en autobús, ojala tenga una buena noche”. Y se marchó sin decir mas.

Omar J. Ureña Soto

Donde termina la arena (breve ensayo sobre la vida ¿o la muerte?)

Nuestra vida es tan insignificante. Muchas cosas se han escrito ya sobre esto, pero parece que la gente no interioriza estas palabras. La vida misma no se debería llamar vida; cuando decimos que algo posee vida es porque le otorgamos ciertas características que nos hacen pensar en un roble fuerte y erguido cuya vitalidad es tanta que podrá contra todas las tempestades que la misma naturaleza que le otorga la vida tratará de arrebatarle.
Quienes dicen que la vida es un ciclo me dan lástima. Un ciclo es algo que se termina y vuelve a empezar (en realidad no tiene un fin), la vida asi como suena es de manera somera una serie de eventos discontinuos, lo más triste es que si se trata de hacer algo continuo solo se conseguirá un gran vacío, y esa vida será aún mas incompleta y discontinua que la primera.
Admitó sin duda que aunque defectuosas todas las discusiones respecto a la vida, tienen un fin bastante noble: llevar una vida llena de regocijo, ya que, ese regocijo siempre será ser feliz (o hacer felices a otros) de un modo determinado.
Bajo el argumento de que la “vida sólo vive una vez”, parece incomprensible entonces todos los sacrificios y todos los holocaustos de la vida misma. La vida en su propia esencia es muy frágil, analogías ridículas y de todo tipo podrían surgir a partir de ese concepto abstracto, así como lo señalo Albert Camus enfatizando en que el primordial problema filosófico consiste en que: “la vida sin definirse a sí misma es absurda”.
La vida tiene un defecto muy notable (al menos para la pseudo-comprensión del hombre): ¡la razón! Muchos dicen que el raciocinio es lo que nos diferencia de las bestias salvajes, empero en mi opinión esa maldición que es la razón aveces hace de algunos más salvajes que la propias bestias; bueno la anterior idea creo que ante muchos es una verdad bastante notable, pero trataré de explicarme mejor, la razón es la culpable de la tortura, el desveló de miles de hombres (nose si las decenas con esta cifra aumentarán o seguirán disminuyendo), pues muchos se castigan al encontrarse en esas mismas dificultades socráticas, es fastidioso ver a otros regocijandose de ser sabios respecto a la vida, teniendo en cuenta que únicamente son practicantes y hablantes de su experiencia.
Es también penoso como el hombre acepta las condiciones que rigen su vida (esta es parte de ese castigo que es la razón), por ejemplo como el hombre acepta el lenguaje (o los lenguajes), como acepta un dogma, como acepta una condición social o económica. Los que no esten de acorde con esas condiciones simplemente serán sancionados por las “máquinas” que tienen el poder dentro de esa gran organización defectuosa que huele a desechos corporales.
La misma razón empuja al hombre a su fastidio, puesto que, la razón no otorga soluciones ni definiciones (reales), solo logra hacer mas confusa la vida, esconde la verdad del hombre; si esa verdad se llegará a mostrar aún así la razón empuja a la duda, por lo que a eso si le podriamos llamar ciclo, la razón es una de esas cosas que no tienen principio ni fin, podriamos hablar de una ironía en el pensamiento de los mismos racionalistas.
Ahora un problema más serio es el de luchar contra los que se apoyan en la experiencia, parecen decididos a enfrentar las ultimas consecuencias, en ocasiones en contra su propia vivencia sensorial. Sería una actitud perogrulla, seguir ahondando en estos problemas, no habrá nada evidente ni nada racional con ello.
El problema por antonomasía de la vida es la muerte, pero no limitemos nuestro pensamiento a la muerte de los hombres. La muerte es más que un concepto postumo, la muerte suele ser el sujeto de discusión del dogma, por lo que definirla sería una tarea absurda (al igual que con la vida), la muerte ha sido vista como descanso, castigo, sujeto, ciclo, en fin la cuestión no es esa; la muerte ha sido subestimada por muchos, quienes anuncían con impetu que no se le puede parar.
Lo cierto en todo este asunto es que siendo opuestos, el uno marca el fin del otro (nunca sabremos con exactitud el evidente límite). Tal vez esa es la única verdad de la que no podemos dudar, sirviendonos de este ejemplo podriamos dividir las cosas en opuestos y saber cuando estemos ante la luz y cuando ante la oscuridad.
Obviamente distinguir la vida de la muerte o la luz de la oscuridad no es para nada complicado, pero siendo un poco más avaros con la idea ¿que sucedería cuándo tenemos que separar el mar de la arena? Esta tarea ya no se vuelve sencilla ni para la razón ni para los sentidos.
La vida de cada hombre es un solo grano de arena (tal vez un grano sea muy grande), que se apila sobre otro, mientras que el mar en su impredecible voluntad no es mas que la muerte que acecha subiendo la marea, pero no cualquier muerte, sino la única capaz de matar la arena y de no dejarla nunca completar el ciclo. 

Omar J. Ureña Soto

La imperfección no es cuestión de los dioses (relato corto)

Aquella tarde de octubre en la estación de trenes del corazón de Francia, creyó verlos… pero fue solo una idea, como muchas otras tan degeneradas y tergiversadas que había tenido desde que era una niña.
Se comprende siempre que se crece sin padres, que los pobres huérfanos crezcan con perversiones en el alma y defectos en la mente. Pero lo extraño es que todos los expertos y doctores en el tema coincidían en que el único defecto que tenía aquella era ser huérfana, era muy inteligente, muy culta, muy seria, muy estudiosa, sin duda, era superior a sus semejantes… Aunque eso cueste ser admitido, Nietzsche tendría que rebajar sus conceptos ante aquella niña, que ya para su edad poseía un nivel casi inhumano (dentro de los conceptos humanos) de poder cerebral.
Si tuviera un defecto, probablemente el único sería ser parte de la raza humana. Casi nunca hablaba, solo lo hacía para corregir a los demás se enfurecía ante la idiotez y la ignorancia, creo que fomentaba el odio de parte de los demás hacia sí misma (sin duda esto la hacía más inteligente), el conocimiento para ella no era sino la única y última concepción sugerida por Platón para su diversión, las matemáticas fueron solo formas y figuras con un sentido menos abstracto ante incluso lo más sabios genios en la historia de la humanidad (esto es absurdo), naturalmente Dios solo podía ante sus ojos tener un carácter un poco menos que lúdico (estúpido, estúpido, estúpido).
El tener tanto “episteme” con el tiempo se vuelve absurdo (al igual que no tener ninguno), así lo descubrió, por lo que decidió auto limitarse. La soledad se volvió su único acompañante, un poco elegante y tal vez algo engorroso pero por lo general lo suficiente.
Según fue creciendo notó que la gente cada vez era más idiota y menos coherente con los fines que conseguían, el camino hacia la perfección que ella perseguía estaba cada vez más cerca. Descubrió que para ser perfecto, hay que dejar de ser humano… triste… muy triste… Al descubrir lo anterior, eligió el camino más sabio de todos, la decadencia.
Al caer en la decadencia empezó a surgir en ella lo que nos hace humanos… ¡defectos! Viles defectos…
Ahora ya no buscaba el conocimiento, sino a sus padres. Dejó de buscar la perfección y buscó ser más humana; éste fue su error, pienso yo.
Cuando tuvo veinte ocho años supo quienes eran sus padres, y también les conoció (sin que se dieran cuenta, como dicta el sentido común), desde ese día los veía en medio de las líneas del tren, en la parada de autobús, en la puerta de su casa, en su sillón, como sus clientes, incluso cierta noche que tuvo que salir de viaje a Lisboa los vio en la pista de aterrizaje…
Ella los veía… como verse a uno mismo al espejo. Ahí empezó su locura y terminó su vida, un veinte tres de octubre de hace treinta y siete años.

Omar J. Ureña Soto

El ruido de los inocentes (cuento)

Estaba cansado de pensar. Esto escribió el último día de su vida, cuando a sabiendas del silencio respecto al tema, él hizo del silencio más que un simple a priori de las cosas, lo convirtió en más que oscuridad, logro imponer este concepto como una antonomasia del infinito; precisamente, aquí se detuvo en sus ideas.
Muchos preguntaron: ¿Por qué se detuvo? Solo el silencio les respondió. ¿Y es que cómo iba a romper realmente la quietud? Todos los que han estado interesados en su vida empiezan a investigar desde el mismo punto, la fecha de su cumpleaños número treinta y siete.
Cierto que fue un gran escritor, pero como todo gran escritor, lastimosamente era humano. Carecía del habla, por lo que sus peores enemigos se mofaban de él argumentando que nunca fue verdaderamente escuchado.
Cuando fue invitado por la Reina de Suecia a cenar aquella noche a Estocolmo, se dice que ésta le advirtió que fuera más recatado con sus escritos, que mejor solamente se dedicara a lo que sin duda era su vida, y que dejara de lado esos libros turbios que había estado escribiendo.
Nadie supo nunca el nombre real de éste, algunos le conocían como el filósofo de Estocolmo, otros le nombraban como el mudo Norrmalm, incluso la misma Reina nunca se tomó la molestia de preguntarle su nombre, ésta se refería a él simplemente como el Marquez del mutismo.
El mudo de Norrmaln solía frecuentar los mercados y las plazas en las mañanas, los parques en las tardes y las tabernas en las noches, cuentan que esto lo hacía con el afán de buscar el ruido y poder escribir plausible y tranquilamente.
Sus escritos, libros, "diálogos", que él mismo documentó y publicó, hablaban de situaciones y posibilidades prácticas de todos los seres vivos. Algunos le acusaron de panteísta, empero su única propuesta clara y real alrededor de todos sus textos era relacionada al relativismo. Sus argumentos se desarrollaban, según entendió mi persona, referente a que todo lo existente en la vida del hombre es relativo: sus acciones, sus pensamientos, sus sentidos y principalemte su razón. Le achacaron cuatrocientos años después de su muerte, en el siglo XX, ser el primer existencialista, pero a mí parecer esa "acusación" es absurda.
Su mismo relativismo lo llevo a la hoguera en 1542. Lo acusaron de hereje al escribir respecto a la moral y entretener a todos los doctores de la Iglesia con un discurso genocida, incitando al hombre al relativismo. Su mismo relativismo le evidenció el hecho de que el destino de los hombres era la muerte, ¡y al descubrir esa verdad! ¿Para qué esperar la suya?.

Omar J. Ureña Soto.